3.02.2013

YO-YO


El experimento que me escogió (y leéis bien, fue él quien se fijó en mí, porque apareció ante mis ojos, sin poder resistirme a lo difícil de su título) fue “BUSCAR EL YO EN VANO”

La definición de la Real Academia es “parte consciente del individuo, mediante la cual cada persona se hace cargo de su propia identidad, y de sus relaciones con el medio"

Lo cual implicaría, que el yo es algo que se encuentra en nuestra mente, aquello por lo que percibimos el mundo.
Nuestra cabeza está formada, básicamente, de recuerdos y sensaciones (de este mundo percibido). Aquellos que, precisamente, son escogidos (y adaptados) por nosotros mismos para grabarlos en la memoria (de nosotros). De este modo, estamos creando una mente particular, no con hechos verdaderos, sino adecuados a nuestra memoria, según el día y la situación.
Ésto supondría un yo en continuo cambio. Y, acaso, ¿no utilizamos este pronombre para designar nuestra entidad como persona? No sería posible pues, que nos refiriésemos (a nosotros mismos) según algo que no es estático.

El artículo propone que pensemos en el yo, como si de nuestro cuerpo se tratase.
Este yo sería entonces, singular (pues con él pretendemos concretar nuestra existencia), mas, todos estamos hechos de las mismas sustancias. Nuestras células se renuevan continuamente, nuestros cuerpos cambian, adquieren otra realidad física. ¿No es entonces, el cuerpo, algo, del mismo modo, dinámico y común a todos?

¿Qué, quién, o dónde está entonces, el yo, la verdadera esencia de la palabra, el sentido completo de la connotación de la misma?
Es una partícula usada por todos, tan común, y a la vez, que designa algo tan personal, como tu verdadera identidad.

Escribo este artículo sin saber la respuesta. No se dónde, ni cuándo encontrar el yo, ni siquiera se deciros a qué se parece.
A priori, uno siempre ha reflexionado sobre su persona. Desde pequeños nos hemos preguntado quiénes somos exactamente, hasta llegar a un punto en el que la imaginación llega a lugares de los que no sabemos salir, y a los que no nos gusta haber llegado. Sin embargo, me he encontrado en un nuevo lugar. El que nunca me he atrevido a alcanzar. Miedo es la palabra que designa mi sensación. (Mía. De nuevo, yo)

¿Y si el yo, no existe? ¿Qué es de nosotros? ¿Qué somos?
Queda claro que hay algo que nos diferencia, que nos une, pero, ¿sabemos con certeza que haya algo que nos defina? Es algo tan común (el ser único), que no solemos plantearnos qué es aquello que marca la diferencia. Y no creo que señalar los gustos, ideas, o dogmas nos solucione la pregunta. No puede ser algo tan sencillo.

Me gusta pensar que las cosas son más complejas de lo que parecen.
No creo que algo tan maravilloso como la existencia, sea fácil de explicar.

Reflexiono estos días sobre la no-existencia del yo.

Somos una mezcla de carne y mucha magia. La misma que hace que, cosas fantásticas sucedan en nuestra mente y cuerpo, y nos creamos seres poderosos, (in)capaces de clasificar algo que no tiene etiqueta.
Es fácil fantasear con lo desconocido, aquello de lo que no se tiene verdadero conocimiento. Pensamos en el yo para rellenar el vacío que todos sabemos que vive en nosotros. Para poder referirnos a algo que no es NADA más, que un poco de suerte cósmica. Para no sentirnos engañados por una sociedad que nos dice que somos únicos, a la vez que nos marca los modelos a seguir. (Todos somos una copia, de una copia, de una copia)

La solución del experimento es sencilla, pues el mismo título la lleva implícita. Buscar el yo es un esfuerzo imposible (supongo) de realizar, porque quizás aquello tan ansiado (el yo)  por nuestras pobres y débiles mentes, no existe.