5.12.2013

DE CÓMO DEJÉ DE SER FELIZ (placeres de la vida)


Sol templado del atardecer. Música. Cigarros. El extranjero.

Cojo mis bártulos y me dispongo a disfrutar de los últimos de rayos de sol de un viernes para nada interesante. No hay mejor plan para descansar que poner en marcha tu mente. Mientras el humo del cigarro me envuelve, la boquilla vuelve a mi boca.

Llevo desde la mañana reflexionando sobre el momento en que dejé de deletrear las palabras para ver si eran impares o pares. Sobre el día en que pensé que hacía mucho tiempo que no me quedaba despierta toda una noche, escribiendo, dibujando; soñando.

Todo el mundo se equivoca; “es porque somos humanos”, me contesto a mi misma. Sin embargo no existe nadie sobre la faz de la tierra que se considere realmente perfecto. (existe la perfección de lo humano? Algo así como aquello que me asegure que algo es perfectamente imperfecto?) De repente te encuentras andando por la playa, revólver en mano; oyes disparos y eres tú, ¡la mano ejecutora!. A veces es peor; a veces eres tú la víctima (a manos propias). No puedo huir de mi misma. De mi mente.

Otra calada. Nadie es feliz constantemente; por eso es algo tan ansiado. La felicidad. Pero, ¿qué es la felicidad? Instantes de satisfacción, de sentirse bien con el mundo. Lo pillo. La felicidad son momentos de placer. ¿El placer es la felicidad?
Qué es el placer, cuáles son mis placeres, qué soy yo.

Con todas estas preguntas pululando en mi cabeza, salta Janis, con su Maybe, inconfundible, rasgado, que duele. Dejo a un lado el libro. Me centro en la música, en mis pensamientos, que fluyen y confluyen.
Ahora pienso en de Saint Exupéry. lo esencial es invisible a los ojos. Sería de necia negar la existencia de la felicidad. Pero pretendo (necesito) plantearlo de otro modo.
El placer es más accesible, lo disfrutamos siendo conscientes de él, ¿por qué no buscar el placer (posible, sencillo), como meta de vida, en vez de la felicidad (oculta, solo admirable desde el momento suave y dulzón del recuerdo)?

Yo entiendo la vida como la sucesión de placeres. Aquellos de los que disfruto, y que me hacen un poquito más liviana la carga de buscar la felicidad. Por eso me gusta sentir lo bonito de captar la esencia de un libro, de hacer mía una canción, de beber cerveza fría en verano, hablando de lo fútil que es Dios en este mundo de egoístas.

The Doors – The End.

Cambio de tercio. Me río. Porque la gente está muy equivocada. No saben lo que se pierden escogiendo construir sus vidas en torno a una mentira. La vida es una mentira, como ellos la conocen. Como todos la conocemos. “Vivir es sufrir” (FALSO!!!)

Noto una lágrima por mi mejilla. Será que estoy sensible. Será que soy adolescente y mi vida no me gusta. Lloro porque comprendo lo ignorante que soy. Pero sobre todo lloro porque, cada día, desaprendo lo que un día me enseñaron que era vivir. Más y más información sobre lo arduo de la vida. Reemplazada por lo que mi mente me dicta a media voz “NI PENSAR NI CREER. SENTIR. ESO ES TODO”. Yo siento cosas bonitas. Siento el amor, siento el dolor, que también es placentero, siento la confusión y el placer de aprender.

Me calmo. He venido, de los Zafiros. Pero no es el momento de rancheras.
Busco en la playlist, escojo algo que levante el ánimo. Qué bello es vivir, del Kanka.

Tras el desborde de emociones, las golondrinas siguen entre las nubes. El cielo se colorea de naranja, rosa y amarillo. Me fundo en las tonalidades del atardecer, me elevo hasta oler las estrellas, y escucho al sol llorar por su amor imposible con la luna. Landslide, covered por Smashing Pumpkins. Me doy cuenta de cuánto estoy disfrutando el momento. Me siento sonreir.

But i've been afraid of changing 'cause i've built my life around you”

Todos nos equivocamos.
Quizás yo esté equivocada. Y sea la persona más feliz del mundo.
Quizás no entienda qué es el placer. Y lo confunda con esa puñalada en las entrañas, el sudor frío que te recorre la columna, y el grito de amor que surge de las bocas de los enamorados a altas horas de la mañana, tarde y noche.

Lo único que tengo claro es que la vida cambia en segundos. DE LA MÁS ALTA EUFORIA A LA MÁS PROFUNDA AFLICCIÓN.
Pienso que Goethe tiene mucha razón. Y que tengo hambre.
Quiero pensar que mañana veré las cosas de distinta manera.


Rebobino.

Preparo el aleatorio del iPod, y comienzo el juicio del sr. Meursault.

3.02.2013

YO-YO


El experimento que me escogió (y leéis bien, fue él quien se fijó en mí, porque apareció ante mis ojos, sin poder resistirme a lo difícil de su título) fue “BUSCAR EL YO EN VANO”

La definición de la Real Academia es “parte consciente del individuo, mediante la cual cada persona se hace cargo de su propia identidad, y de sus relaciones con el medio"

Lo cual implicaría, que el yo es algo que se encuentra en nuestra mente, aquello por lo que percibimos el mundo.
Nuestra cabeza está formada, básicamente, de recuerdos y sensaciones (de este mundo percibido). Aquellos que, precisamente, son escogidos (y adaptados) por nosotros mismos para grabarlos en la memoria (de nosotros). De este modo, estamos creando una mente particular, no con hechos verdaderos, sino adecuados a nuestra memoria, según el día y la situación.
Ésto supondría un yo en continuo cambio. Y, acaso, ¿no utilizamos este pronombre para designar nuestra entidad como persona? No sería posible pues, que nos refiriésemos (a nosotros mismos) según algo que no es estático.

El artículo propone que pensemos en el yo, como si de nuestro cuerpo se tratase.
Este yo sería entonces, singular (pues con él pretendemos concretar nuestra existencia), mas, todos estamos hechos de las mismas sustancias. Nuestras células se renuevan continuamente, nuestros cuerpos cambian, adquieren otra realidad física. ¿No es entonces, el cuerpo, algo, del mismo modo, dinámico y común a todos?

¿Qué, quién, o dónde está entonces, el yo, la verdadera esencia de la palabra, el sentido completo de la connotación de la misma?
Es una partícula usada por todos, tan común, y a la vez, que designa algo tan personal, como tu verdadera identidad.

Escribo este artículo sin saber la respuesta. No se dónde, ni cuándo encontrar el yo, ni siquiera se deciros a qué se parece.
A priori, uno siempre ha reflexionado sobre su persona. Desde pequeños nos hemos preguntado quiénes somos exactamente, hasta llegar a un punto en el que la imaginación llega a lugares de los que no sabemos salir, y a los que no nos gusta haber llegado. Sin embargo, me he encontrado en un nuevo lugar. El que nunca me he atrevido a alcanzar. Miedo es la palabra que designa mi sensación. (Mía. De nuevo, yo)

¿Y si el yo, no existe? ¿Qué es de nosotros? ¿Qué somos?
Queda claro que hay algo que nos diferencia, que nos une, pero, ¿sabemos con certeza que haya algo que nos defina? Es algo tan común (el ser único), que no solemos plantearnos qué es aquello que marca la diferencia. Y no creo que señalar los gustos, ideas, o dogmas nos solucione la pregunta. No puede ser algo tan sencillo.

Me gusta pensar que las cosas son más complejas de lo que parecen.
No creo que algo tan maravilloso como la existencia, sea fácil de explicar.

Reflexiono estos días sobre la no-existencia del yo.

Somos una mezcla de carne y mucha magia. La misma que hace que, cosas fantásticas sucedan en nuestra mente y cuerpo, y nos creamos seres poderosos, (in)capaces de clasificar algo que no tiene etiqueta.
Es fácil fantasear con lo desconocido, aquello de lo que no se tiene verdadero conocimiento. Pensamos en el yo para rellenar el vacío que todos sabemos que vive en nosotros. Para poder referirnos a algo que no es NADA más, que un poco de suerte cósmica. Para no sentirnos engañados por una sociedad que nos dice que somos únicos, a la vez que nos marca los modelos a seguir. (Todos somos una copia, de una copia, de una copia)

La solución del experimento es sencilla, pues el mismo título la lleva implícita. Buscar el yo es un esfuerzo imposible (supongo) de realizar, porque quizás aquello tan ansiado (el yo)  por nuestras pobres y débiles mentes, no existe.


2.25.2013

T DE TIME TRAVELLING



T del tiempo y los viajes a través de él.



Los viajes en el tiempo es un asunto con el que, durante mucho tiempo, se ha maravillado el ser humano. Einstein y su teoría de la relatividad nos dieron la respuesta que tanto hemos deseado: sí, existe la posibilidad de viajar a través del tiempo, tanto al pasado, como al futuro.

Ésto es lo que este experimento propone. Mediante dos gemelos, consiguen averiguar, mentalmente, el efecto que podría tener un viaje temporal.
Mientras uno de ellos se queda en la tierra, el otro es lanzado al espacio, donde el tiempo transcurre de manera más lenta. Aún así, cuando regresa a por su hermano, en la tierra han pasado más de cien años. Es aquí donde surge la posibilidad de que el gemelo lanzado al espacio, haya viajado al futuro.
Éste, incapaz de soportar (entender) esta idea, vuelve al pasado en una máquina de viajes temporales que ha sido inventada durante su ausencia. Una vez alcanza el momento que busca, provoca, accidentalmente, la muerte de la persona que inventó la máquina para viajar.

Lo que este experimento propone realmente, no es la posibilidad de viajar a través del tiempo, sino la ética que le rodea.
La tecnología y avances matemáticos señalan estos viajes como plausibles. Es la moral, la que debe ser meditada dada la situación.

Las leyes del universo, causa y efecto, son inalterables. De este modo, no se descarta la posibilidad, la obvia y natural tendencia, a cambiar los hechos. Una persona que viaja al pasado o futuro, realiza ciertas acciones que pueden ser decisivas en un presente actual.
Estos cambios pueden ser fatales, pues cada causa conlleva su efecto, y lo más nimio en apariencia puede significar una muerte (como en el caso de los gemelos).

Por eso hemos de plantearnos, dejando a un lado la genialidad de poder vislumbrar un futuro, o cambiar el pasado, si es realmente factible un viaje que pueda derruir los cimientos de un presente continuo. El verdadero experimento mental consiste en reflexionar acerca de aquello que nosotros haríamos. ¿Permitir estos viajes, bajo la estricta norma de no realizar ningún cambio considerable? o, ¿seríamos capaces de olvidar esta posibilidad, en pos de ser correctos éticamente?
Conocer el futuro y tener en tu mano el poder de cambiar el pasado, es, sin duda, tentador. Sin embargo, actuar sin conocer las consecuencias que ello puede conllevar, no es algo a lo que deberíamos estar expuestos. Jugar con el tiempo no es algo natural. Todos somos responsables de nuestros actos, y éstos han de realizarse con mesura y teniendo en cuenta las posibles repercusiones. Al fin y al cabo, vivimos en sociedad. (individualista y egoísta, que, estaría dispuesta a viajar a través del tiempo para conseguir el beneficio propio. A pesar de que más de uno proclamaría su interés por estas máquinas para arreglar horrores del pasado, o averiguar avances del futuro, no hay que olvidar que vivimos entre hipócritas y, estos días, se valora más una apariencia, que la intención real de moldear el presente para el goce y disfrute propio)
Debemos aprender a disfrutar y asumir nuestros actos. La magia está en que nos equivoquemos y lo intentemos hacer bien. En una vida hay tiempo de sobra para rehacer nuestros errores y convertirlos en éxitos! Somos instantes, momentos de polvos de hadas y fallos de purpurina, ¿qué hay más bonito que equivocarse?
Antes de inventar máquinas de viajar en el tiempo, deberíamos ser capaces de inventar aparatos que nos ayudaran a dejar de intentar hacerlo todo perfecto. LOS ERRORES SON PRECIOSOS, Y NOS AYUDAN A SER COMO SOMOS